
Ya está en los cines una de las propuestas más intensas y visuales del cine español reciente: “Ya no quedan junglas”
Dirigida por Luis Gabriel Beristáin que se lanza a su primer largometraje de ficción tras décadas firmando la fotografía de títulos internacionales de renombre.
Con esta película, el director mexicano afincado en Hollywood busca su lugar como narrador y lo hace a lo grande con una historia de venganza, decadencia y una ciudad como campo de batalla y fuego cruzado.
Un reparto de alto voltaje
Al frente del reparto, el mítico Ron Perlman, inolvidable como Hellboy, como el gángster de ‘Drive’ o en la serie ‘Sons of Anarchy’. Aquí interpreta a Theo, un veterano de guerra convertido en justiciero. Perlman aporta una presencia física e interior que llena la pantalla, aunque no domine el castellano: su personaje habla en inglés, lo cual añade cierta distancia al resto del elenco, pero encaja perfectamente en el personaje aislado que interpreta.
Le acompaña Megan Montaner, que sigue consolidándose como una actriz de registros sólidos, interpretando a la inspectora Iborra, una mujer que arrastra sus propias heridas mientras intenta entender la ola de violencia que se desata en la ciudad. Su trabajo es sobrio, contenido, y con una evolución interesante en pantalla.
El tridente protagonista lo completa Hovik Keuchkerian, que ya nos deslumbró en ‘Antidisturbios’ y ‘La Casa de Papel’, y que aquí da vida a Herodes, un asesino metódico y aterrador, con una calma que hiela la sangre. Su personaje es, quizás, el más magnético del filme.
Completan el reparto nombres como Pedro Casablanca, Fernando Cayo, Eva Llorach y Unax Ugalde, todos con roles secundarios que sostienen una trama coral que, a ratos, se dispersa pero nunca pierde intensidad.
¿Quién es Luis Gabriel Beristáin?
Aunque para muchos este es un nombre nuevo, Beristáin tiene una larguísima carrera como director de fotografía en Hollywood. Ha trabajado con David Ayer, Guillermo del Toro y en producciones Marvel como ‘Black Widow’ o ‘Doctor Strange’. En ‘Ya no quedan junglas’ demuestra que sabe mirar más allá del encuadre: la atmósfera es oscura, cargada, con una estética muy definida. Luces de neón, lluvia persistente, interiores decadentes y un tono visual que recuerda al noir más clásico.
Rodar en San Sebastián, alejándose de la Madrid original del libro de Carlos Augusto Casas, fue una decisión estética y simbólica. La ciudad vasca aparece aquí como un lugar despersonalizado, gris, hostil. Casi un personaje más, como si la jungla ya no estuviera en la naturaleza, sino en lo urbano.
Curiosidades de rodaje
- Perlman apenas participó en la promoción de la película en España. Aunque sí estuvo presente en el Festival de San Sebastián, no formó parte del tour mediático posterior. Aun así, su compromiso con el papel fue total.
- El rodaje tuvo lugar en pleno invierno, lo que ayudó a reforzar la estética lluviosa y gris que domina todo el filme.
- El personaje de ‘Herodes’, interpretado por Hovik, está inspirado parcialmente en varios asesinos reales, aunque con una vuelta de tuerca cinematográfica.
- Algunas escenas de acción fueron filmadas con cámara en mano, sin dobles, para transmitir tensión y cercanía.
- El guion se aleja de la novela original en estructura y localización, aunque mantiene el espíritu: la venganza como catalizador y el duelo moral del protagonista.
Una película que divide, pero no deja indiferente
‘Ya no quedan junglas’ ha llegado para quedarse. Puede que no guste a todos —su violencia explícita, sus personajes al límite y un ritmo que a veces se empantana no serán del gusto de todo el mundo—, pero es una propuesta valiente, con estilo y con ganas de marcar un antes y un después en el cine de género español.
Crónica desde la sala: ‘Ya no quedan junglas’, o cómo sobrevivir a la oscuridad
Por Mario Domínguez
Me siento en la butaca con la cabeza llena de expectativas. Ron Perlman, venganza, suspense, lluvia. Todo suena prometedor. El cine está medio lleno, cosa rara en estos días para una película española, y eso ya me genera cierta inquietud positiva.
Luces fuera. La primera imagen: un plano cerrado de un mechero encendiéndose en una habitación apenas iluminada. Hay humo, hay silencio. Y en medio de eso, una voz en off —ronca, rota— que dice: “No queda nadie. Solo el eco de lo que fue” . Y ya estoy dentro.
“Ya no quedan junglas” es de esas películas que no te dan la mano para entrar; te empujan. Te tiran dentro de un mundo donde la moral es líquida, la justicia se reparte a golpes y la compasión no paga las cuentas. Ron Perlman aparece como un gigante herido, un espectro de otra guerra, y cada gesto suyo tiene peso, historia y derrota. No necesita hablar mucho. Su silencio hace más ruido que las balas.
En cada escena, uno siente que Luis Gabriel Beristáin ha pensado la luz, la sombra y el color como quien compone una sinfonía triste. El gris de San Sebastián, el neón en los charcos, la contraluz de las habitaciones vacías. Hay belleza incluso en la decadencia. Y eso, créeme, no es fácil de conseguir.
Hovik Keuchkerian , como “Herodes”, se roba varias escenas. Su forma de mirar, de moverse, es hipnótica. Da miedo sin levantar la voz. En cambio, Megan Montaner , en su papel de inspectora atormentada, tiene menos espacio para brillar, pero su contención es creíble. Es una mujer que ha visto demasiado, pero aún no lo suficiente.
¿Es perfecto? No. A mitad de metraje la trama se dispersa un poco, alguna subtrama se queda colgando, y hay momentos donde la violencia parece ganar la partida a la relación. Pero incluso entonces, no puedes dejar de mirar. Como si supieras que algo va a estallar y no quieres perderte el segundo exacto en que todo se rompe.
Cuando se encienden las luces, la sala guarda silencio unos segundos. Ese tipo de silencio que indica que algo se ha removido. No salimos eufóricos, pero sí tocados. Pensativos. Y eso, para mí, es más valioso que el aplauso fácil .
‘Ya no quedan junglas’ no es una película que te abrace. Es una que te golpea, te zarandea, y te suelta con una frase en la cabeza: ¿Quién somos cuando ya no queda nadie por quien luchar?
La pregunta es: ¿estamos listos para abrazar este tipo de thrillers aquí? ¿O seguimos prefiriendo lo convencional?