
Desde que salieron las canciones del Benidorm Fest 2025 todo el mundo está hablando sobre la potencia y la fuerza de “Hartita de llorar”, la canción que ha presentado la chiclanera Lachispa. Pero, no todos los comentarios son buenos, pues, hay una gran avalancha de defensores de que no debería representarnos en Eurovisión porque “el flamenco no gusta en Europa”, ¿ah, no?
Es muy fácil pensar y defender que este estilo no gusta o directamente no se entiende en Europa porque la mayoría toman como referencia las últimas veces que hemos llevado al Festival de la Canción una propuesta más puramente española. En lo que no piensan los defensores de esta opinión es que desde 2010 el flamenco está reconocido como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad y es considerado el género español con mayor repercusión internacional ¿Acaso no es eso lo que buscamos para Eurovisión? ¿Que nos escuchen?
La primera vez que apostamos por el flamenco para el Festival fue en el año 1983 de la mano de Remedios Amaya y su “¿Quién maneja mi barca?” Elegida por su origen étnico, la herencia gitana de la cantante sevillana pretendía conmemorar el Holocausto romaní justo en el año en que la ciudad de Múnich hospedaba Eurovisión. Fue precisamente en esta ciudad alemana donde, en 1899, la policía bávara abrió una Oficina Central de Asuntos Gitanos que sentaría las bases de las discriminaciones y las persecuciones contra este colectivo.
La canción buscaba transmitir un mensaje de modernización, juventud y libertad artística, inscrita dentro del Nuevo Flamenco, que bebía de la más reconocible de todas las tradiciones musicales españolas, pero mezclada con el rock y otros estilos. De hecho, la versión original incluía instrumentos electrónicos como cajas de ritmos y sintetizadores de voz, aunque no se llegaron a escuchar por incumplir las normas del Festival.
A pesar de todo el empeño de España por apostar por lo nuestro, la propuesta no fue bien recibida en la ciudad y en esa edición, consiguiendo cero puntos. Pero, parece que muchos piensan que es la única vez que no hemos conseguido ningún punto, como si ya no le hubiera ocurrido a Víctor Balaguer en 1962 o a Conchita Bautista en 1965. Y, a pesar de su puesto, hemos seguido llevando canciones de ese estilo o parecidas para probar suerte.
Hace dos ediciones, en Eurovisión 2022, apostamos de nuevo por el flamenco para que nos represente en el Festival de la mano de Blanca Paloma y su “EAEA”, una propuesta con una puesta en escena increíble, una calidad vocal impecable y una historia detrás que engrandecía aún más la canción. Con más de 5 millones de visualizaciones y escuchas en las redes sociales, teníamos a Europa pendiente de nuestra canción y conseguimos grandes puestos en las casas de apuestas. A la hora de la verdad, recibimos un total de 100 puntos, una cantidad, para nada desastrosa, aunque muchos opinaran lo contrario, y la ilicitana consiguió un puesto 17º para España, una posición mayor a otras canciones pop que hemos enviado y, aún así, prefieren el pop al flamenco por la única razón de que no se entiende en Europa. Además, pocos recuerdan que uno de esos puntos que nos dieron vinieron de parte del resto del mundo, quien, entre todas las propuestas, eligieron la nuestra como una de las diez favoritas ¿Entonces, siguen sin entenderlo?
Para no entenderse en Europa, hay muchos Festivales de flamenco en ciudades grandes como Londres, Berlín o Ámsterdam, demuestran que no solo este género sí que se entiende fuera de nuestras fronteras, sino que se valora y se aplaude.
Otro gran argumento es que nadie va a entender el mensaje ni la letra, como si nosotros entendiéramos algunas propuestas que han presentado otros países y, aún así, las hemos votado y defendido hasta la médula. El flamenco no necesita traducción porque habla un idioma universal: el de las emociones. Una canción que transmite desgarro, amor o alegría a través de su quejío puede llegar a tocar la fibra sensible de alguien en Estocolmo, Lisboa o Budapest. Este arte no solo conecta con el alma, sino que también representa una resistencia cultural frente a la homogeneización de la música. Si todos los países enviaran el mismo tipo de pop que supuestamente triunfa en Eurovisión, ¿qué gracia tendría ver una veintena de actuaciones iguales?
Si el flamenco no se entendiera en Europa, artistas tan reconocidos como Paco de Lucía, Camarón de la Isla o Rosalía no se hubieran esforzado en hacer giras mundiales y no hubieran cosechado el éxito que recogieron por todo el globo.
Es cierto que en Eurovisión se tiende a apostar por fórmulas comerciales para garantizar el éxito. Pero, ¿acaso no son las canciones más originales las que suelen quedar grabadas en la memoria? Loreen ganó con «Euphoria» porque supo innovar; Salvador Sobral conquistó con «Amar pelos dois» por su autenticidad. Del mismo modo, España tiene el potencial de deslumbrar si apuesta por canciones con raíces flamencas que, además de emocionar, ofrezcan un espectáculo visual único.
Todo esta reflexión viene a raíz de una gran frustración al ver que una propuesta tan increíble, completa, diferente, original, rompedora, representativa e indiscutiblemente llamativa como la de “Hartita de llorar” está siendo tan mal recibido por cierta parte del público español con el pretexto de que el flamenco no gusta en Europa.
Ya hemos visto cómo actuaciones con influencias folclóricas triunfan en Eurovisión. Países como Ucrania, Serbia o Armenia han llevado su cultura local al escenario y han cosechado éxitos porque han sabido trasladar lo auténtico a un contexto moderno. España, con su riqueza flamenca, podría lograr lo mismo.
En lugar de seguir tratando de encajar en patrones impuestos por una industria musical globalizada, deberíamos abrazar los estilos de música españoles como la copla de Deteresa, el flamenco de Lachispa o la rumba de Melody y llevarlos con orgullo al escenario europeo. Más que una apuesta arriesgada, es una oportunidad para mostrar al mundo lo que nos hace únicos y diferentes.
Eurovisión no solo premia buenas canciones; también celebra aquello que representa algo más grande. El flamenco es eso: un arte que no solo pertenece a España, sino que, cuando se escucha, parece pertenecer al mundo entero.
Europa no solo entiende el flamenco, sino que lo siente y lo disfruta. Y en un contexto como Eurovisión, donde las emociones son el motor principal, es el momento de dejar que el quejío resuene más allá de nuestras fronteras. Si España apuesta por lo auténtico, consiguiendo más o menos votos, se ganará el corazón de millones de espectadores.
Aunque “Hartita de llorar” o “La Pena” sigan estando entre las canciones más escuchadas de la edición por su originalidad y su estilo diferente, tanto por el público español como europeo, antes incluso de conocer la puesta en escena entre las más escuchadas de esta edición, seguirán diciendo que la música española y el flamenco no gustan en Europa. A lo mejor la solución es que todos los países lleven la misma canción o apuesten por el mismo género, ¿verdad? O, mejor, habrá que hablar con la UNESCO para que nos quite el reconocimiento y acabar de esa manera con un género que tanta raíz tiene en nuestra historia y por el que todo el mundo nos conoce fuera de nuestras fronteras.
Así que, que cada uno elija la propuesta que más le guste, más le llame la atención o mejor le represente de las que oferta el Benidorm Fest 2025 para Eurovisión, sin pararnos a mirar en cómo ha funcionado en otras ediciones ni comparando las canciones con otras parecidas de otros años, puesto que, cada una es única y merece su oportunidad en el Festival, sea del estilo que sea. Lo más importante es sentirse identificado con ellas y una edición con pluralidad de estilos musicales es una edición, bajo mi punto de vista, más completa y que llega a un público más amplio.
El flamenco tiene el mismo derecho que cualquier estilo musical para ir a Eurovisión, así que, dejemos que cada uno escuche el género y la canción que más le gusta y respetemos todas las canciones, así como, a sus artistas.
¿Qué opinas sobre el recibimiento del flamenco en Europa? ¿Cuál es tu propuesta favorita del Benidorm Fest 2025 para Eurovisión?