Rosalía, con su LUX, ha reforzado una teoría que llevo tiempo pensando: la teoría del rechazo al éxito ajeno. Un fenómeno que aparece justo cuando algo empieza a gustar a mucha gente: el antimovimiento.
En cuanto algo funciona, surge la necesidad de justificar que algunos NO se dejan arrastrar, que NO son ovejas. Porque… NO les puede emocionar lo mismo que a miles de personas. Pero esto no nace del análisis, sino de la necesidad de reducir el valor de aquello que ha conquistado a muchos. No se critica la obra, sino el hecho de que guste. Se dice que algo gusta “demasiado” para restarle valor. Y pocas artistas generan tanto este debate como Rosalía.
Rosalía representa justo lo que nos cuesta digerir: una mujer joven, libre, talentosa y que cambia de dirección sin avisar. Una mujer que se equivoca en público, experimenta en directo y que se muestra exitosa. Es como si cada paso suyo generara dos titulares simultáneos: uno celebrándolo y otro intentando reducirlo a una moda pasajera.
Y aquí, me tomaré la libertad de decir que España tiene una relación complicada con el éxito. Necesitamos referentes, sí, pero también nos da miedo que triunfen demasiado. Pero mientras tanto, ella sigue explorando, jugando y probando. Haciendo lo que siente.
El antimovimiento no nace porque un disco no guste sino porque ELLA gusta demasiado. Porque ocupa espacio y genera conversación, provocando vértigo: si algo crece mucho y muy rápido, ¿no habrá truco? Por eso las críticas se vuelven tan personales y tan poco musicales. No buscan comprender su obra, sino defender el orgullo herido del espectador.
La teoría es sencilla: cuanto más grande se hace un fenómeno, más pequeño se siente quien lo observa desde fuera. Para aliviar esa incomodidad, solo queda dudar del talento, cuestionar el mérito, inventar defectos, exagerar errores. Pero ese rechazo también es una forma de miedo a quedarse atrás, a no entender, a que la cultura cambie sin esperarnos. Y suena contradictorio, pero la reacción negativa es parte del impacto. No hay fenómeno sin antimovimiento. No hay artista que marque sin generar, a la vez, admiración y rechazo.
Después de conversaciones, titulares e interpretaciones sobre LUX, Rosalía ha conseguido llenar muchos corazones, pero sobre todo, ha conseguido que hasta los que no han querido escucharla o lo han hecho, pero no les ha convencido, se sientan incómodos ante su éxito. Ya es mítica la frase: “No a todos os tiene que gustar Rosalía” o “¿Este disco lo escucharías si no fuera Rosalía?”. Intentan marcar distancia del entusiasmo general. Una forma elegante de decir “si os gusta demasiado, yo prefiero ponerme en contra”.
El rechazo al éxito ajeno consiste en minimizar el trabajo ajeno para proteger nuestro ego. Porque reconocerlo sería sencillo: “Sí, a mucha gente le gusta” o “es bueno, pero no me ha llegado igual que a vosotros”. O incluso, “no es un álbum para mí”. Es un intento desesperado de mostrarse inmune al fenómeno.
Tan fácil sería simplemente… ignorarlo.







