
Cuando acaba una edición de Eurovisión, personalmente tengo que parar, cerrar el ciclo, son muchas emociones puestas en algo que realmente me apasiona, pero también es cierto que esta emoción hace un par de año que deje de sentirla y va a peor con cada edición, como siempre digo, la llamada Eurofán se va apagando… Cada uno que lo viva como quiera/pueda pero YO me niego a vivir esto como un drama.
Aceptémoslo: el Festival de Eurovisión ya no es el que conocíamos. Ha cambiado, ha evolucionado, se ha transformado en otra cosa. Y, con él, sus reglas, su manera de entender la música, sus intereses y su esencia. Lo que antes nos reunía frente al televisor con emoción casi infantil, hoy provoca sentimientos encontrados, rabia, frustración, Y está bien. No todo tiene que permanecer inmutable para siempre.
La vida funciona así. ¿Cuántas veces te has dado cuenta de que esa comida que antes te encantaba, ahora ya no te apetece? ¿Recuerdas a ese chico o chica que te gustaba en el instituto y con el tiempo dejó de hacerte sentir lo mismo? ¿O aquella canción que escuchabas sin parar y que ahora ni recuerdas en qué playlist está? Los gustos cambian, las personas evolucionan, los ciclos se cierran… y a veces, se vuelven a abrir.
Hubo un momento en el que disfrutamos de Eurovisión, vibramos con cada actuación, discutimos sobre los votos y soñamos con ese micrófono de cristal. Para muchos, era una noche mágica, un punto de encuentro, una excusa para emocionarse con artistas de países que apenas conocíamos. Pero eso, como todo, ha cambiado.
Y no pasa nada.
Lo importante es aceptar que las cosas pueden dejar de gustarnos, que podemos tomar distancia sin hacer de ello un drama. Podemos vivir Eurovisión de otra manera o, simplemente, no hacerlo hasta que vuelva a conectar con nosotros. Porque quizá un día, sin esperarlo, volvamos a emocionarnos como antes. La nostalgia es bonita, pero el presente también merece su oportunidad.
La vida son ciclos, y Eurovisión también. Dejemos que siga su camino, sin rencores, sin reproches. Quizá algún año, en algún escenario, una canción, una voz, una puesta en escena nos devuelva la ilusión. Y si no, tampoco pasa nada.
Mientras tanto, sigamos buscando lo que sí nos hace felices.